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José ANDRÉS-GALLEGO
Francisco Butiñá S.J. y las butiñanas (1834-1899)

Ediciones 19

Impresión bajo demanda. Llega en 14 dias.

Páginas: 626
Formato:
Peso: 1.043 kgs.
ISBN: 978-84-17280-68-0

Es verosímil que fuera mosén Joaquim Baylina y Pla, párroco de Aiguaviva, quien diera a conocer a Francisco Butiñá a dos mujeres que se confesaban con él -María Gri y María Comas- y que, a su juicio, tenían vocación religiosa. Pero eran pobres criadas de masía y no podían contar con dote alguna, ni hallar, por tanto, cauce para esa vocación. Francisco Butiñá era un tejedor catalán que se había hecho jesuita. Vivió en el siglo XIX; recorrió los pueblos de Castilla, Aragón, Cataluña y Andorra predicando y fijándose en sus gentes y puso por escrito sus ideas en las cartas a su familia. Este hecho permite conocer su percepción de la España de su época (y algo de Cuba y Francia, donde pasó algún tiempo). Muy preocupado por el mundo obrero, especialmente el femenino, fundó un instituto de religiosas cuyas casas. se llamaban "talleres" y contenían, en efecto, un taller de tejidos con los que intentaban mantenerse. Este otro aspecto hace que, en su visión de las tierras de España por las que anduvo, preste especial atención a las mujeres y a su forma de pensar y vivir, también ante realidades como la revolución de 1868 y la Primera Internacional (pero sin olvidar cosas tan diferentes como la dificultad de la venta ambulante y el modo de afrontar una epidemia). En su fundación, el papel de cofundadoras correspondió a dos mujeres: Bonifacia Rodríguez en Salamanca e Isabel Maranges en Gerona. Bonifacia era huérfana de un sastre y, con su madre, hacía cordones y labores parecidas. Isabel, en cambio, era de una familia hidalga del Ampurdán. Ambas vidas permiten observar también costumbres iguales y distintas, el papel de tener o no tener (y, en este caso, conservar) el patrimonio, la endogamia, la adaptación de todo eso -también la de la pobreza- al nuevo orden liberal, el recurso al ejército y el paso a Cuba y Puerto Rico en el caso de los hidalgos, frecuentemente como militares. En todo ello se encuadra la expansión y dificultades de las primeras "josefinas", que es como se conoce a estas religiosas.

Francisco Butiñá S.J. y las butiñanas (1834-1899)

$61.852,41
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Es verosímil que fuera mosén Joaquim Baylina y Pla, párroco de Aiguaviva, quien diera a conocer a Francisco Butiñá a dos mujeres que se confesaban con él -María Gri y María Comas- y que, a su juicio, tenían vocación religiosa. Pero eran pobres criadas de masía y no podían contar con dote alguna, ni hallar, por tanto, cauce para esa vocación. Francisco Butiñá era un tejedor catalán que se había hecho jesuita. Vivió en el siglo XIX; recorrió los pueblos de Castilla, Aragón, Cataluña y Andorra predicando y fijándose en sus gentes y puso por escrito sus ideas en las cartas a su familia. Este hecho permite conocer su percepción de la España de su época (y algo de Cuba y Francia, donde pasó algún tiempo). Muy preocupado por el mundo obrero, especialmente el femenino, fundó un instituto de religiosas cuyas casas. se llamaban "talleres" y contenían, en efecto, un taller de tejidos con los que intentaban mantenerse. Este otro aspecto hace que, en su visión de las tierras de España por las que anduvo, preste especial atención a las mujeres y a su forma de pensar y vivir, también ante realidades como la revolución de 1868 y la Primera Internacional (pero sin olvidar cosas tan diferentes como la dificultad de la venta ambulante y el modo de afrontar una epidemia). En su fundación, el papel de cofundadoras correspondió a dos mujeres: Bonifacia Rodríguez en Salamanca e Isabel Maranges en Gerona. Bonifacia era huérfana de un sastre y, con su madre, hacía cordones y labores parecidas. Isabel, en cambio, era de una familia hidalga del Ampurdán. Ambas vidas permiten observar también costumbres iguales y distintas, el papel de tener o no tener (y, en este caso, conservar) el patrimonio, la endogamia, la adaptación de todo eso -también la de la pobreza- al nuevo orden liberal, el recurso al ejército y el paso a Cuba y Puerto Rico en el caso de los hidalgos, frecuentemente como militares. En todo ello se encuadra la expansión y dificultades de las primeras "josefinas", que es como se conoce a estas religiosas.