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Carlos Alberto Warton
Memorias de un cura rural

RICARDO VERGARA

Impresión bajo demanda. Llega en 14 dias.

Páginas: 90
Formato:
Peso: 0.117 kgs.
ISBN: 978-987-3630-52-1

Me presento como un sacerdote que quiere hacer de la memoria y gratitud, un testimonio, uno de tantos sacerdotes que trabaja por el Reino de Dios. Solo me aventuro en este mar de palabras y navegar en esta historia de mi vida.Recuerdo que el sueño más grande era ser sacerdote. Interiormente sentía que iba a ser sacerdote, a pesar de las muchas dificultades. Aproximadamente tenía entre 8 y 9 años cuando le, manifesté a mi mamá que quería ser sacerdote. Y 14 años cuando ingrese al Seminario, solo tenía el llamado, la vocación, el deseo intenso de ayudar, comprender, sentir y compartir lo que me enseñaron en mi familia.Como nos enseña el apóstol:San Pablo en la Carta a los Romanos 12, 15:Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.Muchas veces, lloré como la separación de mis padres, la muerte de mis abuelos, la ilusión de todo niño, una familia, un hogar, pero también reír porque había amor, mi mamá y tíos fueron una guía. Estaba lo esencial como para forjar a un hombre. Por eso tampoco faltó la alegría.

Memorias de un cura rural

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Me presento como un sacerdote que quiere hacer de la memoria y gratitud, un testimonio, uno de tantos sacerdotes que trabaja por el Reino de Dios. Solo me aventuro en este mar de palabras y navegar en esta historia de mi vida.Recuerdo que el sueño más grande era ser sacerdote. Interiormente sentía que iba a ser sacerdote, a pesar de las muchas dificultades. Aproximadamente tenía entre 8 y 9 años cuando le, manifesté a mi mamá que quería ser sacerdote. Y 14 años cuando ingrese al Seminario, solo tenía el llamado, la vocación, el deseo intenso de ayudar, comprender, sentir y compartir lo que me enseñaron en mi familia.Como nos enseña el apóstol:San Pablo en la Carta a los Romanos 12, 15:Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.Muchas veces, lloré como la separación de mis padres, la muerte de mis abuelos, la ilusión de todo niño, una familia, un hogar, pero también reír porque había amor, mi mamá y tíos fueron una guía. Estaba lo esencial como para forjar a un hombre. Por eso tampoco faltó la alegría.