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Carlos Junquera Rubio
¿Quién soy yo?
Algunas reflexiones sobre la evolución histórica del vocablo identidad
varios

Impresión bajo demanda. Llega en 14 dias.

Páginas: 114
Formato:
Peso: 0.193 kgs.
ISBN: 9788417008796

La identidad, ya sea individual o colectiva, es un tema de eterna actualidad. Este libro se centra precisamente en proporcionar ingredientes culturales para alcanzar a saber quién se es realidad y en un mundo cambiante constantemente. El mismo vocablo modifica cada poco y así lo reseñó Julio Caro Baroja; es más, es tema antiquísimo y durante siglos ha planteado diferentes interpretaciones y muchos problemas tanto para personas como para sociedades.En el Viejo Testamento se nominan las personas por su nombre: Adán, Moisés, Jacob, Abraham, Isaías, etcétera. Y en el Nuevo Testamento no hay cambios significativos y sigue esa táctica para citar a los individuos: Jesús, Pedro, Mateo, Juan, etcétera, con excepciones como la de San Pablo al que añaden de Tarso, por haber nacido en esa localidad romana y por esa razón tenía ciudadanía del imperio y no la israelita. Otros fueron diferenciados por su sobrenombre y este es el caso de Juan Bautista para no confundirlo con Juan Evangelista, o Judas Iscariote que había que diferenciarlo de Judas el Traidor. En el mundo antiguo el nombre era suficiente para conceder la identidad.Los romanos acuñaron el vocablo adopción para señalar a quien podía ser familiar y ciudadano. El feudalismo optó por la fidelidad al señor y este recompensaba como mejor entendía. El problema de la identidad actual surge a partir del siglo XVIII. Es la centuria de Las Luces y de la Ilustración; y ésta es el momento del Buen Salvaje americano y del nacimiento del individuo en la Europa del momento y lo hace como paladín del conocimiento.Actualmente, la identidad se ha convertido en un problema político. Como consecuencia de que el objetivo del reconocimiento es llegar a ser reconocido por todos, el dominio público por sí solo es incapaz de suministrar el contexto adecuado. En consecuencia, afloran proyectos en los que se demanda la protección de esas identidades que pueden ser culturales, lingüísticas, religiosas, etcétera; es decir, lo que está sobre el tapete de la mesa es el derecho a ser yo y esto es lo que genera un amplio debate en el que median conflictos sociales y políticos. Los medios de comunicación social nos refrescan la memoria todos los días.

¿Quién soy yo?

$24.106,44
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La identidad, ya sea individual o colectiva, es un tema de eterna actualidad. Este libro se centra precisamente en proporcionar ingredientes culturales para alcanzar a saber quién se es realidad y en un mundo cambiante constantemente. El mismo vocablo modifica cada poco y así lo reseñó Julio Caro Baroja; es más, es tema antiquísimo y durante siglos ha planteado diferentes interpretaciones y muchos problemas tanto para personas como para sociedades.En el Viejo Testamento se nominan las personas por su nombre: Adán, Moisés, Jacob, Abraham, Isaías, etcétera. Y en el Nuevo Testamento no hay cambios significativos y sigue esa táctica para citar a los individuos: Jesús, Pedro, Mateo, Juan, etcétera, con excepciones como la de San Pablo al que añaden de Tarso, por haber nacido en esa localidad romana y por esa razón tenía ciudadanía del imperio y no la israelita. Otros fueron diferenciados por su sobrenombre y este es el caso de Juan Bautista para no confundirlo con Juan Evangelista, o Judas Iscariote que había que diferenciarlo de Judas el Traidor. En el mundo antiguo el nombre era suficiente para conceder la identidad.Los romanos acuñaron el vocablo adopción para señalar a quien podía ser familiar y ciudadano. El feudalismo optó por la fidelidad al señor y este recompensaba como mejor entendía. El problema de la identidad actual surge a partir del siglo XVIII. Es la centuria de Las Luces y de la Ilustración; y ésta es el momento del Buen Salvaje americano y del nacimiento del individuo en la Europa del momento y lo hace como paladín del conocimiento.Actualmente, la identidad se ha convertido en un problema político. Como consecuencia de que el objetivo del reconocimiento es llegar a ser reconocido por todos, el dominio público por sí solo es incapaz de suministrar el contexto adecuado. En consecuencia, afloran proyectos en los que se demanda la protección de esas identidades que pueden ser culturales, lingüísticas, religiosas, etcétera; es decir, lo que está sobre el tapete de la mesa es el derecho a ser yo y esto es lo que genera un amplio debate en el que median conflictos sociales y políticos. Los medios de comunicación social nos refrescan la memoria todos los días.