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ÁNGELA FIGUERA AYMERICH
Soria pura

LASTURA

Impresión bajo demanda. Llega en 14 dias.

Páginas: 92
Formato:
Peso: 0.132 kgs.
ISBN: 9788412233025

«Cuando Ángela Figuera Aymerich viajaba a Soria, traía en su equipaje una infancia en Bilbao, el cuidado de sus numerosos hermanos, sus estudios de Filosofía y Letras y su matrimonio con Julio Figuera. Entre sus cosas, escondido, también llegaba el dolor de haber perdido una guerra, la cárcel del esposo, la depuración sufrida y la consiguiente pérdida de trabajo, y la muerte al nacer de su primer hijo. Todo escondido, para que nada empañara el tiempo de descanso, el disfrute de la naturaleza, la fusión con la tierra y la poesía.Llegaba trayendo de la mano a Juan Ramón, el hijo que nació en el Madrid del 36 durante un bombardeo, y lo hacía con el amor de Julio, con el profundo afecto de la amistad y el cariño a su familia.Conocía bien Soria, conocía bien su provincia y, sobre todo, conocía muy bien las localidades de Burgo de Osma y de Hortezuela, donde pasó muchas temporadas.A Burgo de Osma la llevó la amistad con una compañera del curso de cátedra. En Hortezuela, su hermana Maruja desempeñaba su labor como maestra y allí la familia compartía, en vacaciones, la casa de la maestra y las tareas.Su hijo, en un artículo publicado en la revista Zurgai desvela la cara oculta de aquellos veranos, que no aparece en los versos de Ángela, porque, para ella, los inconvenientes de esas vacaciones no podían ni debían empañar la felicidad de disfrutarlas.Mujer animosa, de carácter alegre y apacible, buscaba el lado amable que ofrecer a los demás y a sí misma.En palabras de su esposo Julio Figuera ir con ella por el campo era una delicia porque te hacía ver constantemente la belleza de todo en lo que tú no te habías fijado. Un pino, una roca en medio de un torrente, una florecilla en medio de un bosque, un remolino de agua, una estalactita de hielo, un contraste de colores de unas hojas secas y verdes, qué sé yo, todo en suma era motivo de admiración del que siempre hacía partícipes a sus acompañantes.Naturaleza y asombro que descubrimos en sus poemas que funden el paisaje y la forma, la belleza de la sencillez, la importancia de lo humilde.Para esta editorial de raíces sorianas, reeditar Soria pura es unir afectos y emociones y, también, procurar un reconocimiento a Ángela Figuera que no le fue concedido en vida.Ángela amó esta tierra, en ella disfrutó y en ella descansa.Soria, con Ángela Figuera, más pura». Isabel Miguel

Soria pura

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«Cuando Ángela Figuera Aymerich viajaba a Soria, traía en su equipaje una infancia en Bilbao, el cuidado de sus numerosos hermanos, sus estudios de Filosofía y Letras y su matrimonio con Julio Figuera. Entre sus cosas, escondido, también llegaba el dolor de haber perdido una guerra, la cárcel del esposo, la depuración sufrida y la consiguiente pérdida de trabajo, y la muerte al nacer de su primer hijo. Todo escondido, para que nada empañara el tiempo de descanso, el disfrute de la naturaleza, la fusión con la tierra y la poesía.Llegaba trayendo de la mano a Juan Ramón, el hijo que nació en el Madrid del 36 durante un bombardeo, y lo hacía con el amor de Julio, con el profundo afecto de la amistad y el cariño a su familia.Conocía bien Soria, conocía bien su provincia y, sobre todo, conocía muy bien las localidades de Burgo de Osma y de Hortezuela, donde pasó muchas temporadas.A Burgo de Osma la llevó la amistad con una compañera del curso de cátedra. En Hortezuela, su hermana Maruja desempeñaba su labor como maestra y allí la familia compartía, en vacaciones, la casa de la maestra y las tareas.Su hijo, en un artículo publicado en la revista Zurgai desvela la cara oculta de aquellos veranos, que no aparece en los versos de Ángela, porque, para ella, los inconvenientes de esas vacaciones no podían ni debían empañar la felicidad de disfrutarlas.Mujer animosa, de carácter alegre y apacible, buscaba el lado amable que ofrecer a los demás y a sí misma.En palabras de su esposo Julio Figuera ir con ella por el campo era una delicia porque te hacía ver constantemente la belleza de todo en lo que tú no te habías fijado. Un pino, una roca en medio de un torrente, una florecilla en medio de un bosque, un remolino de agua, una estalactita de hielo, un contraste de colores de unas hojas secas y verdes, qué sé yo, todo en suma era motivo de admiración del que siempre hacía partícipes a sus acompañantes.Naturaleza y asombro que descubrimos en sus poemas que funden el paisaje y la forma, la belleza de la sencillez, la importancia de lo humilde.Para esta editorial de raíces sorianas, reeditar Soria pura es unir afectos y emociones y, también, procurar un reconocimiento a Ángela Figuera que no le fue concedido en vida.Ángela amó esta tierra, en ella disfrutó y en ella descansa.Soria, con Ángela Figuera, más pura». Isabel Miguel