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Rubén Machaen
Soundtracks (rocolas que no existen)

Editorial Ígneo

Impresión bajo demanda. Llega en 14 dias.

Páginas: 100
Formato:
Peso: 0.158 kgs.
ISBN: 978-980-7641-43-2

«Hice y deshice mil veces mis juramentos y mis convicciones en tercas borracheras interminables y dolorosas hasta volver a redecorar mi historia para destruirla otra vez», suelta uno de los tortuosos personajes del frenesí existencial que compila Soundtracks (rocolas que no existen) de Rubén Machaen. Un hacer y deshacer signa la escritura y sus enigmas; un avance tumultuoso que súbito se interrumpe y tras el blanco de la página reinicia en otra parte, otro tiempo, otro tajo de vida. Los que en principio aparecen como relatos sueltos o capítulos descartados de una novela inconclusa, urden el dato furtivo de una foto de primera plana: una metralleta Thompson viene a parar al sobresalto sostenido de Caracas ¿desde dónde y cómo? Suerte de Macguffin, el arma hace un inusual recorrido por el conjunto de narraciones reunidas en torno a las obsesiones del autor desdoblado en sus criaturas extremas. La impronta sonora que da título al volumen no es arbitraria. La prosa está tomada por el tempo de las canciones citadas o que conceden un epígrafe; ese rock de añada que sobrevive como culto entre un puñado de las nuevas generaciones. No hay boleros, ni salsa, ni baladas ripiosas de la Latinoamérica idílica. Hay varias camadas de hispanoamericanos, descreídos y desilusionados, herederos de culpas y fracasos, cuyos himnos son canciones de rock; el aullido que reptaba de los garajes a la tarima en la Caracas de los 1980 y 1990 o el rabioso rocanrol porteño cuyo subtexto comparte con el nihilismo tanguero. Son esos seres nostálgicos de lo que no vivieron, que aman y desaman como «hienas que se lamen las heridas», tan lúcidos como perdidos a la vez, los que merodean ansiosos las tramas de este libro, en busca de una lírica vencida o de una épica sin futuro, rotos por un destino que los lleva y trae, sin pausa para la elección, mientras hacen y deshacen una vida en tránsito permanente. No se trata solo de sexo, drogas y rock and roll, esa utopía desvencijada. La prosa voluptuosamente sombría de pronto se demora en la leyenda, el tributo literario, el homenaje a Borges y Cortázar, a Montejo y Cadenas, la meditación ontológica. Entre Caracas, Buenos Aires y México se trasvasa un cosmos histórico y tipológico, que como los personajes de estos relatos da vueltas como el mundo y se retroalimenta como la cultura, para acabar siempre en el mismo lugar.

Soundtracks (rocolas que no existen)

$30.198,05
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«Hice y deshice mil veces mis juramentos y mis convicciones en tercas borracheras interminables y dolorosas hasta volver a redecorar mi historia para destruirla otra vez», suelta uno de los tortuosos personajes del frenesí existencial que compila Soundtracks (rocolas que no existen) de Rubén Machaen. Un hacer y deshacer signa la escritura y sus enigmas; un avance tumultuoso que súbito se interrumpe y tras el blanco de la página reinicia en otra parte, otro tiempo, otro tajo de vida. Los que en principio aparecen como relatos sueltos o capítulos descartados de una novela inconclusa, urden el dato furtivo de una foto de primera plana: una metralleta Thompson viene a parar al sobresalto sostenido de Caracas ¿desde dónde y cómo? Suerte de Macguffin, el arma hace un inusual recorrido por el conjunto de narraciones reunidas en torno a las obsesiones del autor desdoblado en sus criaturas extremas. La impronta sonora que da título al volumen no es arbitraria. La prosa está tomada por el tempo de las canciones citadas o que conceden un epígrafe; ese rock de añada que sobrevive como culto entre un puñado de las nuevas generaciones. No hay boleros, ni salsa, ni baladas ripiosas de la Latinoamérica idílica. Hay varias camadas de hispanoamericanos, descreídos y desilusionados, herederos de culpas y fracasos, cuyos himnos son canciones de rock; el aullido que reptaba de los garajes a la tarima en la Caracas de los 1980 y 1990 o el rabioso rocanrol porteño cuyo subtexto comparte con el nihilismo tanguero. Son esos seres nostálgicos de lo que no vivieron, que aman y desaman como «hienas que se lamen las heridas», tan lúcidos como perdidos a la vez, los que merodean ansiosos las tramas de este libro, en busca de una lírica vencida o de una épica sin futuro, rotos por un destino que los lleva y trae, sin pausa para la elección, mientras hacen y deshacen una vida en tránsito permanente. No se trata solo de sexo, drogas y rock and roll, esa utopía desvencijada. La prosa voluptuosamente sombría de pronto se demora en la leyenda, el tributo literario, el homenaje a Borges y Cortázar, a Montejo y Cadenas, la meditación ontológica. Entre Caracas, Buenos Aires y México se trasvasa un cosmos histórico y tipológico, que como los personajes de estos relatos da vueltas como el mundo y se retroalimenta como la cultura, para acabar siempre en el mismo lugar.